INDIA, primera estación

INDIA, SIN PALABRAS...

India, sin palabras...
El primer viaje sola fue a la India. Por suerte es un país en el que resulta fácil viajar sola, aunque siempre hay que estar alerta, claro, pero yo siempre me sentí bastante tranquila.

Los primeros días estaba conmigo Olga, una amiga con la que decidimos viajar a McLeod Ganj, pues mientras estábamos en Deli, nos habían dicho que allí iba a estar unos días el Dalai Lama ofreciendo unas conferencias. Así que fuimos corriendo a comprar el billete de tren y ¡para McLeod! Ah, si vais a la estación de tren de Deli y un hombre en uniforme y todo os dice que los turistas no pueden comprar el billete de tren allí, sino que deben ir a otra oficina, y muy amablemente os busca el taxi que os llevará a dicha oficina, etc... ni caso, todo mentira, una forma más de venderos un billete algo más caro y sacarse unas rupias. Subid a la primera planta de la estación y sí, allí hay una oficina solo para "guiris".

Bueno, por fin billete en mano (en India la cosa más simple se puede convertir en una odisea), nos dirigimos a nuestro tren con literas, es decir, con tres tablas a cada lado, y ¡allá vamos!

Olga en una de las "tabla-cama" del tren.

Fue un viaje de muchas, muchas horas... pero McLeod es un lugar que hay que visitar, pues allí viven muchos refugiados tibetanos por ser sede de su gobierno en el exilio, y es un lugar lleno de temlos y monjes budistas, además de ser residencia del Dalai Lama.



Bueno, después de este idilio budista, vamos a volver a “the real India”. India es gigante, sí, así que no puede resumirse en un par de tópicos como pobreza, suciedad, multitud, caos... pero algo de eso hay, claro...

Y llegó el momento de despedirme de Olga y bajar al sur, no a Goa, pues no me apetecía ir a lo que algunos llaman la Ibiza de India, sino a Pondicherry, antigua colonia francesa, y casualmente conocí ¡Auroville!
La primera vez visité esta comunidad por curiosidad, pues había oído hablar de ella, así que a sabiendas de que sería un círculo bastante cerrado y difícil de conocer, me apunté al típico circuito cutre para turistas para echar un primer vistazo, a ver que tal... en el día de mi cumpleaños. Y vaya, la primera impresión fue malísima. Nos llevaron a ver la tienda de Auroville, la fábrica de papel de Auroville, el centro de meditación de Auroville (solo por fuera, no te creas) y un video en el que se explicaba un poco el origen de todo eso. La visita, como me dijo Víctor, un español que conocí después, parecía la visita a Port-Aventura, el parque temático y de atracciones de Salou.
Pero bueno, a veces hay que darle una segunda oportunidad a las cosas... Un día, casualmente, mientras estaba en la playa de Repos, cerca de Auroville, me fijé en que había una chica lavando un plato en el mar. Me acerqué a ella, empezamos a hablar y me contó que estaba lavando el plato sucio de pintura, pues acababa de hacer un dibujo.
Mahtab
Cerca de la playa había unas cabañas y yo le pregunté si sabía si se podían alquilar y tras solo cinco minutos de habernos conocido, Mahtab, que así se llamaba mi nueva amiga iraní, me dijo que ella estaba alquilando una cabaña y que la podíamos compartir. Así que me fui a por mis cosas, y me instalé.



¡Paraíso!
 
Víctor y Mahtab en nuestra cabaña.


Y una vez allí, viví Auroville http://es.wikipedia.org/wiki/Auroville de otra manera... o al menos, pude acercarme un poco más de cerca a esta utópica comunidad. Y ¿cómo pasó?, pues resulta que Repos lo frecuentan bastantes habitantes de Auroville y uno de esos días conocí a un chico español que estaba en Auroville pues sus padres hacía años que vivían allí. Y gracias a esto, conocí un poco Auroville pues este chico me presentó a algunos miembros de la comunidad y, además, me llevó a algunas de sus fiestas.
Había fiestas de día, donde niños y adultos participaban por igual, con comida ecológica, piscina natural de barro, lianas para trepar a los árboles, etc. Además, durante mi estancia tuve la suerte de que se celebrara "El día de la Tierra".
Pero también había fiestas de otro tipo... que yo nunca hubiera esperado ver allí, fiestas a las que se accedía en moto por caminos interminables y laberínticos de arena de playa y, una vez allí, después de perderse varias veces, uno se encontraba con cuatro luces de colores en medio de la nada, y tecno del mejor.
Se podrían decir muchas más cosas de Auroville, pero creo que para mí es aún un lugar por explorar al que uno tiene que mirar desde varios ángulos y con el tiempo, sacar sus propias conclusiones. Pero yo, tengo que volver.

Y ya que estoy en el sur de la India, tengo que dedicar un espacio especial a una persona que conocí también casualmente en Barcelona, bastante antes de visitar India. Un día que fui a La Casa Asia a ver una exposición. Los cuadros eran horribles y en la sala solo estábamos yo y alguien muy peculiar... De repente me encontraba frente a un hombre de unos cincuenta años, verstido completamente al estilo hindú, con un pelo y una barba larguísimos. El hombre me miró, me habló (en español porque a pesar de ser indio habla un muy buen español pues está casado con una española) y en ese mismo momento se creó un vínculo especial y estuvimos hablando todo el día. Al tenerle cerca, pronto uno se podía dar cuenta de que tenía en  frente a un hombre tan sabio, se diría que a un maestro...

Y por supuesto, cuando estuve en la India, lo fui a visitar a él y a su família. Y esa visita y nuestras charlas inspiraron este relato:

 Como un día en el que, con tan solo 20 años, se sentó en la playa, ansiando conocer a su maestro.
Deseaba tanto que aquel hombre viejo y desconocido al que imaginaba sabio y tranquilo, se le acercara, apoyara la mano en su hombro y le dijera "Yo soy tu maestro, abro mi corazón a todas tus preguntas".
Él deseó y esperó, pero el maestro no apareció, el sueño se desvaneció y sólo aquel día, tantos años después, se vio en el espejo para descubrirse a sí mismo como aquel hombre viejo, sabio y tranquilo, con respuesta a todas las preguntas.


Pues sí, India nos saca la parte mística a todos... :)